El nuevo coronavirus ha sobrevenido como gota que ha colmado el vaso de otra crisis que ya venía caminando desde los últimos años y va a empeorar la economía mundial en un periodo de congelamiento sin fecha de caducidad a la vista.

El parón en la producción es brutal. La oferta cayó drásticamente y sin embargo la demanda aumentó y aumentará de manera desproporcionada. El parón del producto interior bruto es salvaje.

En España, por ejemplo, la caída del Producto Interior Bruto es en torno al 50% desde el mes de enero. El cálculo en países europeos más castigados puede ser de una caída del PBI de un 30% más. En aquel país, los números de datos fiscales dan un agujero que supone el equivalente al 13 o 14% del PBI.

Esta nefasta situación sobreviene por la deplorable situación política de los últimos años, con un gobierno inexperto, ideologizado y débil por sus alianzas con la extrema izquierda y los grupos independentistas (minoritarios en el país); todo ello empujado por fuerzas extranacionales que como se ve también en esta crisis del coronavirus, buscan caos social y ruptura del sistema económico mundial.

En este panorama mundial un tanto “apocalíptico”, Perú no podía permanecer inmutable. Sin embargo, el PBI en el país anotó un crecimiento en 2019 del 2.3%, lo que supone una posición ejemplar con respecto a otros países de la zona, como Chile con un 1.3%, Brasil con un 1.1 %, México con un 0.1%, y que posiciona a nuestro país en el segundo más alto entre las principales economías de nuestra región, por debajo de Colombia con un 3.2%.

Otro dato importante a considerar es que el BCR reportó que Perú presenta el riesgo-país más bajo de entre las principales economías de América Latina, con 107 puntos básicos, siguiéndole Chile, con 135 y el peor posicionado es México con 292 (Reuters).

El déficit previsto supondrá una reducción desde el 2.3% del PBI en 2018 al 1.7% en el 2019, debido fundamentalmente –según el BCR– al incremento de los ingresos corrientes del Gobierno, a la menor ejecución del gasto no financiero que se ha observado desde los últimos meses de 2019 hasta a lo que va de año.

Buen dato favorable lo aporta la balanza comercial, que registraría un superávit de 6,650 millones de dólares en el pasado 2019, ya que las exportaciones han supuesto un total de 47,422 millones de dólares, y afinando más el análisis de los datos aportados, observamos que de ese total, la exportación de productos tradicionales ha supuesto un total de US$ 33,469 millones, lo que supone que podríamos seguir esa línea de exportación en medio de la crisis prevista.

La proyección de crecimiento que se calculó para este año es de un 3.8% según el BCR, lo que supone un crecimiento continuo de veinte un años al cierre del año pasado. Esa tendencia continua, estable, es sumamente positiva en esta situación, demostrando el Perú gran resiliencia ante los vaivenes internacionales, fundamentalmente por una correcta política monetaria. Son datos positivos que se suman a un probable escenario de contagios víricos relativamente contenido si el Gobierno de Vizcarra consigue encarrilar el control sanitario y social, con ayuda a los más necesitados.

Otra cosa distinta es que las medidas adoptadas para el coronavirus choquen, extrañen y hagan sospechar a muchos, si ello se pone en contraste con las 17 enfermedades que aportan diariamente a la Humanidad decenas de miles de muertes (sin contar con los millones anuales por hambruna) y que no han “gozado” de tamaña campaña de marketing y –nunca mejor dicho–propaganda, y esta será una asignatura de obligatoria evaluación post-crisis por autoridades, entidades sociales, profesionales y población.

Sin embargo, nuestra ministra de Economía y Finanzas, María Antonieta Alva, en todas las ocasiones en las que fue preguntada acerca de las repercusiones de la pandemia sobre la economía peruana, dio como respuesta inopinada, que habrá “un impacto limitado”, cuando el sentido común y las proyecciones existentes muestran precisamente todo lo contrario.

Expreso

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