Por Víctor Véliz
A 200 años de la proclamación de la independencia, ¿qué hemos avanzado como país?, ¿cuáles son los retos?,¿podemos hablar de una identidad peruana? A continuación, una lectura del pasado, del presente y la proyección que podemos tener como país bajo la mirada de dos historiadores y un investigador.
El Perú conmemora el 28 de julio 200 años de vida independiente, en un contexto mundial marcado por el covid-19 y sus consecuencias en la salud, la economía y las brechas sociales. Pese a ello, la llegada de las vacunas y la reactivación económica se muestran como una esperanza frente a la adversidad. Pero ¿cómo llega el país al bicentenario?
Para el historiador Víctor Arrambide, director de la Unidad de Gestión Cultural y Académica del Proyecto Especial Bicentenario, estos dos siglos de independencia han implicado un largo proceso de construcción de Estado nación y una lucha constante por la ampliación de la ciudadanía. En 1821, recuerda, la ciudadanía era muy limitada a los hombres que sabían leer y escribir, y de alta posición económica, pero ahora es más universal.
Además, refiere, en este tiempo el Perú ha vivido más procesos de inestabilidad que de estabilidad, y una característica parece ser la cantidad de interrupciones de regímenes democráticos. Y si bien desde el 2000 se vive “una primavera democrática”, hay serios problemas o nudos que no superamos, como el racismo y la desigualdad social y étnica.
“Creo, sin embargo, que estamos en una etapa en la cual se busca construir un proyecto de Estado nación donde se reconoce la diversidad cultural, antes no era así”, señala.
Según el historiador Michael Mendieta, de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la pandemia ha generado situaciones que nadie esperaba y la lucha contra ella es la prioridad, por encima de cualquier conmemoración. “El peruano está preocupado por la situación económica y el incremento de la pobreza. Eso nos permite ver al país como un proyecto de Estado nación que todavía no está terminado, pues hay varias cosas por resolver, la fragmentación, el racismo, la discriminación y la inclusión, por ejemplo, de las comunidades indígenas”.
En la primera mitad del siglo XX, sostiene, hubo grandes aportes de intelectuales como José Carlos Mariátegui, Jorge Basadre, José de la Riva Agüero o José María Arguedas, para reflexionar sobre el país, pero en la segunda mitad, con el
proceso migratorio hacia la capital, primó el aspecto pragmatista, y “vivir día a día” se convirtió en lo prioritario.
“Se prioriza la carrera técnica, el enfoque tecnicista, pragmatista, económico, ya no existe filosofía en la escuela, no hay una reflexión profunda en humanidades. Se han dado hechos interesantes como el enfoque de género, pero en materia de humanidades no hay mucho estímulo ni reflexión, y por eso tenemos los congresos que tanto hemos sufrido en los últimos años”, comenta.
En opinión de Luis Rodríguez Pastor, autor del libro Causas y azares, sobre personajes del siglo XX, “la independencia es un proceso que empezó, pero no termina”, al considerar que siempre habrá fuerzas internas y externas disputando la riqueza de un país y orientando su distribución, y hoy los peruanos llegan al bicentenario “de la misma manera como hemos convivido estos 200 años: divididos y enfrentados”. Una división que, a su juicio, se agudizó gracias a un “contexto electoral intensamente tóxico” y cuya inédita extensión y violencia ha opacado el foco de atención en la celebración del bicentenario.
Hitos
Tras la independencia, el proceso o hecho más importante es la Guerra con Chile (1879-1884), afirma Arrambide. “Es un punto de quiebre en el proceso de construcción del Estado, que vivió una ola de progreso a mediados del siglo XIX,
de la cual no quedó nada, no se construyó un Estado sólido y la guerra implicó una gran derrota, además de un golpe anímico para la consciencia nacional”.
Otro hito, agrega, fue el gobierno de Juan Velasco (1968-1975), pues implicó cambios, como la reforma agraria, que tienen trascendencia actual. “Se dice que hubo un antes y un después; para bien o para mal, acabó con un sistema
de explotación muy arraigado”.
Luego, refiere, vino el conflicto armado interno (1980-2000). “Es una herida abierta y estamos aún en proceso de reconciliación”.
Para Mendieta, los hitos pueden ser vistos desde los intentos de inclusión. El primero, el del siglo XIX, con Manuel Pardo (1872-1876), quien buscó un proyecto nacional. “Tras décadas de pugnas entre caudillos militares y enfrentamientos, este proyecto civilista fue importante pero la Guerra con Chile lo interrumpe. Después, en el siglo XX tenemos el Oncenio de Leguía y la promesa de una patria nueva, pero en dictadura; impulsó su reelección y a la vez trató de generar obras públicas. Con él empezó la simbolización del siglo XX”.
El historiador considera también al gobierno de José Luis Bustamante y Rivero (1945-1948) por haber sido un intento de interrumpir la oligarquía, apoyar el sindicalismo y generar proyectos de unidad vecinales. “Después viene Velasco, que significó un punto de quiebre, liquidó el gamonalismo, la oligarquía, impulsó la reforma agraria y políticas nacionalistas […]”. Una mención especial, refiere, merece la transición democrática de Valentín Paniagua (2000-2001), al significar la ruptura de un régimen dictatorial (Alberto Fujimori 1990-2000) y buscar la conciliación social a partir de la Comisión
de la Verdad y Reconciliación yla búsqueda de la transparencia.
Problemas y desafíos
Los 200 años de independencia se revelan también como escenario de grandes problemas nacionales pendientes de solución y desafíos. La corrupción, por ejemplo, transita todo ese tiempo.
“Es algo inherente al ser humano. Alfonso Quiroz [en Historia de la corrupción en el Perú] demuestra que está presente en la vida colonial, y seguramente en el incanato; el tema pasa por que el Estado desarrolle mecanismos para frenar este mal que afecta al país”, señala Arrambide.
Mendieta, por su parte, subraya que la lucha contra este delito empieza a partir de la construcción de valores cívicos. “Pero el tema ético y filosófico ya no se dicta en los colegios. La ética busca estudiar la moral, cómo uno construye valores y establece la convivencia social; acá, muchas veces, convivimos como queremos, establecemos nuestras propias reglas y no hay interés por denunciar; por eso hay esa famosa frase ‘roba, pero hace obras’; esa permisividad se convierte en una norma que hay que cambiar por una cultura anticorrupción”.
Sumado a ello, indica, se necesitan partidos coherentes con verdaderos proyectos políticos, en los que no velen por sus intereses y entiendan que la función pública es para servir.
Los principales desafíos para los próximos años, opina Rodríguez Pastor, son la consolidación de un liderazgo y la atención a las demandas que el país reclama: infraestructura, educación, salud, trabajo.
En ese contexto, la inclusión social y un Estado más cercano a la gente aparecen como tareas pendientes. “Inclusión de la población afrodescendiente, amazónica, de los pueblos originarios. Si bien en el tema mujer ha habido avances, queda mucho por hacer. Somos un país de grandes desigualdades, lo que hace difícil encontrar una cohesión, que puede haber
ante partidos de fútbol o tragedias como terremotos, pero son solo momentos. Tenemos muchos nudos, incluso en el acceso a educación, y queda apelar a políticas que traten de cerrar las brechas”, considera Arrambide.
¿Cómo lograr un entendimiento que hoy parece lejano? Para Rodríguez Pastor, “asumiendo que no vivimos en una isla, sino que somos una colectividad, que las acciones que emprendemos tienen impacto en el entorno, y este puede ser positivo o negativo según el nivel de consciencia, consideración y empatía convertidas en solidaridad”.
Identidad peruana
¿A qué nos referimos cuando hablamos de identidad peruana? Según Mendieta, es la suma de muchas identidades, teniendo en cuenta la premisa de que el Perú es un país diverso y, por lo tanto, corresponde verla con un enfoque intercultural en todos los aspectos.
“¿La peruanidad es el cebiche? No ¿Es Machu Picchu? No. Es eso y más, a veces creemos que la peruanidad pasa por la comida o los paisajes, pero va más allá: es la suma de diferentes tradiciones históricas y el propio esfuerzo del peruano por salir adelante, un esfuerzo individualista, no colectivo, como las ganas de estudiar, ser profesional, eso debe entenderse para entender la peruanidad”.
Arrambide coincide en que hay cuestiones que pueden cohesionar al peruano, que lo identifican desde afuera, por ejemplo, pero es solo una visión. “Somos un país con tanta diversidad que resulta difícil señalar algo específico como
objeto de identificación, como la comida o la música. Somos una serie de identidades”.
La peruanidad, subraya Mendieta, es una deuda pendiente. “Una deuda hacia la construcción de un Estado nación que permita mayor cohesión”. Por ello, agrega, el Perú puede ser visto como un proyecto de país pendiente. “Más que preguntarnos qué hemos aprendido en estos 200 años, hay que preguntarnos qué vamos a aprender luego, qué queremos. De los momentos de crisis se aprende mucho; grandes pensadores del siglo XX surgieron de la pregunta por qué fracasamos en la guerra, la actual crisis está generando qué pensar y quién sabe si más adelante tendremos un proceso constituyente como Chile”.
Unidad para avanzar
¿Es posible la unidad de los peruanos? A juicio de Arrambide, entenderse o reconciliarse es algo que difícilmente un país
hace; sin embargo, es parte de los desafíos que tiene el Perú. “Como seres humanos, saltarán siempre las diferencias que tenemos, pero corresponde buscar soslayarlas o resolverlas; o sea, decir yo hablo u opino distinto, y ello no significa algo insalvable, sino una oportunidad para poder dialogar”. En el caso del conflicto armado interno, refiere como ejemplo, hay una tarea no resuelta a pesar del tiempo. “Hay que tratar de entenderlo desde todas las visiones y cómo esa situación de extrema violencia afectó a la sociedad. El tema del terrorismo siempre sale a flote en cada elección presidencial, lo que refleja que hay segmentos de la población que están aún en proceso de entendimiento. Espero que eso algún día cambie, pues se trata de heridas abiertas que evitan una cohesión social”.
¿Cómo conmemorar este 28 de julio?
La celebración de la independencia del Perú es la fecha conmemorativa por antonomasia, sostiene Rodríguez Pastor. Hay otros acontecimientos que, por su relevancia, también son motivo de conmemoración, recuerdo o polémica, como las batallas de Junín y de Ayacucho, la libertad de los afrodescendientes o el Combate del 2 de Mayo, con diversos niveles de consenso e interpretación. “¿Para qué sirve conmemorar una fecha? No creo que sirva para repetir lugares comunes o frases hechas. Sirve para dialogar con los acontecimientos históricos, darles vida y reflexionar qué país queremos ser, para revisar paradigmas, cuestionar narrativas o protagonismos, tomar conciencia del imperativo de una acción colectiva, porque ni la independencia ni los posteriores triunfos vividos como país fueron gracias a un par de iluminados, sino a una población activa, alerta, comprometida, vital que defiende sus logros y lucha por ellos. Ese es el camino a seguir”.