Alejandra Victoria Carrasco Alayo, sabe que su misión en la vida es generar cambio social. A sus 19 años es CEO de la empresa Wawa Laptop, un negocio familiar en San Juan de Lurigancho, que busca reducir la brecha digital en la educación, con la creación de la primera computadora portátil hecha en el Perú con material reciclado.
En Iñapari, ciudad amazónica peruana que forma frontera con Brasil, descubrió que escuelas públicas del lugar carecían de internet y, por tanto, de conectividad digital. Tenía 13 años, y llegó a ese alejado lugar del país junto con sus padres y hermano, como parte de una aventura familiar para encontrar fuentes de trabajo fuera de Lima.
Era el 2015, maestros y alumnos carecían de herramientas tecnológicas básicas para aplicarlas en la educación escolar. Alejandra Victoria era una adolescente de Lima, de Mangomarca, en San Juan de Lurigancho, impresionada porque en pleno siglo XXI había chicos y chicas de su edad detenidos en el tiempo, sin acceso a moderno material educativo.
Herramienta ecoamigable
Fue un punto de quiebre para sus progenitores, los que intuyeron que era una oportunidad para crear “algo” que redujera la brecha digital. Pero también para ella, porque al terminar el colegio, cuatro años después, cuando sentía que no sabía qué hacer con su vida, asumió el desafío de ser la CEO de Wawa Laptop, el negocio familiar que fue concebido en aquel visionario viaje.
Wawa Laptop está hecha de madera reciclada, prensada, se carga con paneles solares, usa software Linux y contribuye a la economía circular porque al tener un solo ordenador utiliza placas SBC. Alejandra Victoria se convirtió en la vocera de la empresa, le cuenta al mundo que este producto existe, acompañado de una formación en valores y genera redes de contacto con potenciales inversores e inspira a jóvenes emprendedores.
“Gracias a las diferentes actividades que he realizado en este tiempo, me he formado como una agente de cambio y como persona. Siento que mi camino es ayudar a quien más lo necesita. Los escolares reciben información y conocimientos, pero no aprenden a tener proyectos, lo ven alejado de sus vidas, inaccesible, y no les enseñan a tener un plan de acción”, comenta.
Agente de cambio
Alejandra es valiente y lucha por lo que cree. En plena pandemia obtuvo una beca para estudiar en la Dartmouth College, una prestigiosa universidad norteamericana, como Harvard y Yale, para formarse en geografía y educación. Su deseo de formarse en esa casa de estudios, la sobrepuso al drama sanitario. En estos momentos vive en Hanover, New Hampshire, Estados Unidos, a tres horas y media de la ciudad.
“Me interesa generar un cambio social para salir de la pobreza, para erradicar las brechas sociales, desde el lugar en donde me encuentre. Lo haré desde la educación en este momento, pero seguiré siendo emprendedora, aquí puedo desarrollarme en varias áreas”, afirma con ilusión, y recuerda a Marsibit Alejo, líder de una olla común en Villa María del Triunfo, con tan solo 14 años, a quien conoció mientras promovía Wawa Laptop y capacitaba a escolares en sectores populares. Habla de ella y se quiebra. Acudir a su hogar ubicado en la zona más alta de un cerro rodeado de neblina, le encogió el corazón, tal vez como le sucedió aquella vez en Iñapari, a los 13 años.
¿Quién sientes que eres? Le pregunto a esta joven que le apasiona el reguetón y el cine clásico. “En este momento, soy una joven soñadora, con los pies en la tierra, que quiere seguir cambiando el mundo. Sin rodeos, así de claro”. Alejandra es una mujer del siglo XXI.