Diariamente, miles de aves guaneras dejan sus nidos en busca de comida, principalmente anchoveta. Una de las especies más comunes en el litoral es el piquero peruano. Este ejemplar, de nombre científico Sula variegata, es de color blanco y marrón, llega a pesar entre 1,000 y 1,500 gramos; y se alimenta principalmente de anchovetas.
Carlos Zavalaga, PhD en Biología Marina por la Universidad de Carolina del Norte en Wilmington y director de la Unidad de Investigación de Ecosistemas Marinos de la Universidad Científica del Sur, explica a la Agencia Andina que estas aves suelen tener nidos en las islas guaneras de la costa peruana. Desde allí parten a lo largo del día a buscar comida para luego regresar y alimentar a sus hijos. Esta es una responsabilidad que comparten tanto las hembras como los machos.
Debido a su constante movilización y retorno, los piqueros fueron las aves seleccionadas para ser las centinelas del mar peruano, en un proyecto que busca conocer cómo interactúan estos animales con las embarcaciones pesqueras de anchoveta y convertirlas en vigilantes frente a la pesca irregular.
¿De qué trata “Aves Centinela”?
En 2020, la pesquería de anchoveta fue la más grande del mundo en términos de volumen de captura, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Dicha situación se repite cada año, con pocas excepciones.
El problema es que esta pesca podría terminar afectando a las aves que se alimentan de esos mismos peces. “Uno de los principales problemas que enfrentan las aves marinas en todo el mundo, son los temas relacionados a la pesquería. Muchas especies de aves marinas compiten por el mismo stock de peces que también captura la flota pesquera”, señala Zavalaga.
En otras palabras, si la pesquería captura una cantidad de anchoveta anual, hay menos disponibilidad de esta especie para las aves marinas y, por lo tanto, esa reducción de alimento hace que se desencadenen una serie de mecanismos biológicos que provocan una disminución en la población de aves. “O de repente que permanezcan estables, que no aumenten y están limitadas”, estima el investigador.
En ese sentido, el experto destaca que cada año se extraen miles de toneladas para la producción de harina y aceite de pescado destinados a la exportación. “También hay pesquería para el consumo humano directo, pero no tanto como la extracción comercial”, explica.
Esta investigación se desarrolló desde el punto de vista de los piqueros, conociendo lo que sucede con ellos a diario mientras comen e interactúan con las embarcaciones pesqueras; es decir, se pudo verificar si estos animales se acercaban a los barcos para tomar las anchovetas de las redes o si buscaban alimento de manera independiente.
A fin de alcanzar la meta propuesta, el equipo de investigación compró pequeñas cámaras europeas de aproximadamente 25 gramos y a prueba de agua. Se adquirieron además laptops, generadores eléctricos y GPS. “El trabajo debía hacerse en las islas guaneras del norte del Perú: Macabí [al norte de Trujillo, en La Libertad] y Guañape Norte [al sur de Trujillo]”, revela el experto.
El trabajo consistía en visitar las islas guaneras, en donde los piqueros se reproducen y tienen sus nidos. “Los adultos son muy territoriales con sus nidos. Nosotros capturábamos un ave, la sacábamos del nido, le colocábamos una cámara de 25 gramos y un GPS de seis gramos sobre las plumas, en la espalda, usando un tape especial a prueba de agua y la devolvíamos a su nido”.
El ave retornaba a su nido y, en un momento dado, salía a comer anchovetas mientras grababa. Después de cuatro o cinco horas regresaba al nido a alimentar a sus crías y esta era su rutina diaria. A su retorno, los investigadores le retiraban el GPS y la cámara para que pudieran mantenerse en su nido a salvo.
Lo que revelaron las grabaciones
Dado que las cámaras no podían hacer transmisiones en vivo, sino que solamente grababan en una tarjeta de memoria el video de su recorrido, los investigadores debían esperar a que regresaran a sus nidos. En total, fueron 300 las aves que participaron en el estudio, en el período entre finales de 2020 y de 2021.
Los principales hallazgos revelaron que un 20% de las aves interactúan con las embarcaciones pesqueras. Es decir, no todas tienen el mismo nivel de interacción: algunas se van y buscan alimento independientemente de las embarcaciones.
“¿Qué significa una interacción? Significa que un ave está volando, ve una embarcación y se lanza en la red que está capturando las anchovetas. Estas imágenes en algunos casos pudieron capturar el nombre de las embarcaciones y también su número de matrícula. Dependiendo de la isla, las interacciones pueden ser muy altas, como también pueden ser nulas”, indica Zavalaga.
Entre los factores que afectan el nivel de interacción se encuentra el momento de la temporada de pesca (inicio o final), la lejanía de las embarcaciones con las islas (mientras más cerca estén de las islas mayor es la interacción), las condiciones del mar, etc. Si bien la interacción entre aves y embarcaciones no es algo nuevo, sí es novedad el nivel cuantificado por el estudio.
Asimismo, se halló solo un caso de un ave que se enredó en la red de pesca. Afortunadamente, esta pudo sobrevivir y retornar a su nido. “Todas las aves, sin excepción, regresaron a su nido, por lo tanto, se concluye que no murieron en la red”, afirma el biólogo marino.
El último hallazgo concerniente a las aves fue que tanto los piqueros que van en busca de anchovetas de manera independiente, como aquellos que toman los peces de las redes, consumen igual cantidad de energía. Esta situación podría cambiar en el futuro, con el calentamiento global y la disminución de alimento disponible, advierte el biólogo.
Embarcaciones ‘fantasma’ detectadas
Otro de los objetivos del estudio era monitorear a las embarcaciones pesqueras. Cabe resaltar que la pesquería está sometida a muchos controles. Hay zonas del mar que están prohibidas para la pesca, así como temporadas del año en las que no se pueden extraer animales marinos.
Para vigilar la pesca y el mar peruano, el Ministerio de la Producción cuenta con el Monitoreo Satelital de Embarcaciones (SISESAT). “Nos preguntábamos qué tal si una embarcación pesquera que no tiene registro ni matrícula, o tiene una multa pendiente que no ha pagado, sigue navegando; o si está pescando en una zona en donde no debería pescar”, comenta Zavalaga.
En esta línea, se detectó que algunas embarcaciones fueron registradas por las cámaras de las aves, pero no por el sistema satelital. “El sistema no es perfecto. Generalmente, registra las embarcaciones, pero hay algunas que no son vistas. Eso creo que abre un nuevo rubro, un sistema alterno complementario al sistema de vigilancia”, agrega.
Incluso, se detectaron tres casos de embarcaciones sin nombre ni número de matrícula: embarcaciones ‘fantasma’. Son, sin embargo, un número bastante reducido.
El proyecto fue financiado por el Programa Nacional de Innovación en Pesca y Acuicultura (PNIPA) del Ministerio de la Producción. Adicionalmente, hubo un cofinanciamiento de la Universidad Científica del Sur y se contó con el apoyo de la Universidad de Exeter (Inglaterra) y la Federación de Integración y Unificación de los Pescadores Artesanales del Perú.
También, se trabajó con la plataforma de Global Fishing Watch, que permite hacer un seguimiento en tiempo real (tipo radar) de las embarcaciones pesqueras de todo el mundo.
“Hemos probado todo el sistema de vigilancia. Consiste en conocer toda la logística para ir a la isla, capturar al ave y recapturarla, de tal forma que no se te pierda la cámara o que el ave ya no regrese al nido porque la maltrataste y se asustó. También sabemos cómo poner la cámara en una posición precisa para que la cabeza no tape el lente, cómo descargar la información en la isla, cómo analizarla a través de diferentes algoritmos de análisis de datos y cómo reportarla en una matriz de sistematización. Todo eso hemos probado que funciona”, concluye Zavalaga.
Próximamente, los investigadores esperan dar el siguiente paso: hacer que la información sea útil y que las entidades gubernamentales puedan hacer uso de estos datos para el monitoreo y cuidado de los océanos. Para ello, el PNIPA ha financiado la segunda parte de este proyecto, en la cual se prevé que la información se analice de forma más rápida, generando informes diarios para mandarlos a las instituciones encargadas, terminando así de convertir a las aves en verdaderas protectoras de propio hábitat.