El embajador de Argentina en el Perú, Enrique Vaca Narvaja, destacó el papel del general don José de San Martín en la independencia política de ambas naciones, al cumplirse 173 años de su fallecimiento.
En diálogo con la Agencia Andina, Vaca resaltó que tanto en Argentina como en Perú, el libertador es reconocido como el “padre de la patria”, debido a sus grandes hazañas que contribuyeron de manera decisiva a la emancipación de los pueblos sudamericanos.
Desde Cuyo, donde era gobernador, el general San Martín impulsó la declaración de la independencia de Argentina en 1816. Junto a su Ejército cruzó los Andes, llegó hasta Maipú en 1818 y liberó a Chile del dominio español, para luego dirigirse a Lima, la capital virreinal, donde finalmente proclamó la independencia del Perú el 28 de julio de 1821.
“A partir de ese momento viene todo un proceso, que es importante en la tarea que llevó a cabo el general San Martín, característica de otras gestiones que había tenido anteriormente. No solo era su faceta militar, era su faceta de hombre político, con una mirada de construir institucionalidad, algo que quedara postindependencia”, comentó el embajador.
Vaca agregó que para el libertador, el orden político era importante porque permitiría conseguir una paz duradera en una sociedad en formación.
Pese a que provenía de una educación común, nada elitista; don José, el generalísimo, buscó siempre desarrollar una política cultural, promoviendo la educación del pueblo.
“Era una persona que leía francés e inglés muy bien, tenía una formación muy buena y siempre viajaba con muchísimos libros en sus baúles. Parte de esa biblioteca fue donada al Perú y Chile”, anotó.
Gracias a la donación de estos valiosos libros, se fundó la Biblioteca Nacional del Perú en 1822. Cabe señalar que esa colección fue reconocida recientemente como parte de la Memoria del mundo para América Latina y El Caribe de la Unesco.
Finalmente, a la edad de 72 años, en su residencia de Boulogne Sur Mer, en Francia, el prócer de la independencia falleció el 17 de agosto de 1850.
Treinta años después sus restos fueron repatriados a Argentina y ahora descansan en la Capilla Nuestra Señora de la Paz, ubicada en Buenos Aires.