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Tradición alfarera ayacuchana de la familia Tineo es ahora Patrimonio Cultural de Nación

En el rubro Obra de Gran Maestro.

El Ministerio de Cultura declaró Patrimonio Cultural de la Nación, en el rubro de Obra de Gran Maestro, a la Tradición alfarera de la familia Tineo, por el original valor estético y simbólico en el arte de la cerámica de esta familia, cuya trayectoria artística y producción, así como sus conocimientos tecnológicos tradicionales, forman parte de la memoria colectiva y la identidad cultural de los habitantes del departamento de Ayacucho.

Así lo establece la Resolución Viceministerial N° 000208-2021-VMPCIC/MC, que refiere que la tradición alfarera de la familia Tineo se provincia de Huamanga, principalmente en el barrio de Santa Ana, fundada el 19 de abril de 1569 como una parroquia, en la que había ayllus conformados por indígenas, específicamente Cañaris.

En aquella época la introducción por parte de los españoles del uso de la loza, la cerámica vidriada, el horno de mayor temperatura, y el torno se sumó a las tecnologías alfareras locales, lo que fue desplazando el menaje de arcilla nativo al mismo tiempo que se iba produciendo cierta fusión con las nuevas tecnologías y formas de elaboración foránea.

Los artistas y artesanos servían a la nobleza y a la iglesia durante el periodo colonial, siendo el arte un medio importante para difundir la religión. Sin embargo, luego de que la institución religiosa pierde su poder, los artesanos y artistas tuvieron que buscar nuevas temáticas, formas y diseños, encontrando en lo popular o lo “folk” una nueva forma de expresión que era demandada.



Los materiales y las técnicas empleados se adecuaron al nivel mucho más modesto de la clientela, así como el estilo fue modificado pues se aplicaron arcaísmos pronunciados en la nueva iconografía, solicitada por la población rural.

Tradición artística de la familia Tineo

En esa tradición artística se ubica, en el siglo XX, la producción alfarera de la familia Tineo. Esta tiene como punto de partida la unión de Bonifacio Tineo Gómez, natural de Pampa Cangallo, con María Ochoa Ochante, originaria del barrio de Santa Ana, a inicios del siglo XX.

La pareja se estableció en el barrio de Santa Ana y tuvo tres hijos, Candelaria, Isaac y Leoncio. Bonifacio Tineo era escultor de piedra de Huamanga, arte de gran raigambre en Ayacucho y que se caracteriza por representaciones religiosas como nacimientos, vírgenes, Cristos y santos, así como de personas, animales, grupos galantes y escenas costumbristas.

Por su parte, María Ochoa era ceramista y elaboraba, principalmente, ollas, y silbatos escultóricos con formas de campesinos, músicos o madres con sus hijos. También, confeccionaba los silbatos con formas de animales, como toritos, gallitos o pajarillos pintados de carmín oscuro o de verde, para regalar a los niños ayacuchanos en la festividad del “tira jarro”.

Bonifacio y María transmitieron su arte a sus hijos, destacando en la alfarería Leoncio, nacido en 1924. Este presentaba una fuerte influencia de su madre en sus trabajos iniciales, especialmente con la elaboración de los silbatos escultóricos, empleando técnicas de elaboración muy elementales: la pasta era poco consistente y la decoración con engobes de tonos bajos que iban del rojo ocre al marrón oscuro, así como el blanco. Ocasionalmente, empleaba de forma limitada el anaranjado y el amarillo.

Asimismo, el horneado de sus piezas se realizaba a muy baja temperatura, por lo que sus cerámicas resultaban porosas y frágiles, siendo esta una problemática que Leoncio tendría en adelante.

No obstante, de forma progresiva mejoraría el modelado a mano alzada y la expresividad de los gestos de los personajes animales y humanos que representaba. Ello se aprecia especialmente en sus piezas sobre escenas de la vida cotidiana en Huanta y Huamanga.

Más adelante, las esculturas de Leoncio cobrarían mayor tamaño y movimiento, demostrando la influencia del trabajo de su padre al incorporar iconografía religiosa, propia de la escultura en piedra de Huamanga. Así, se encuentran piezas con expresivas representaciones de la imaginería cristiana, como los Reyes Magos, San Jorge derrotando al Dragón, los nacimientos o las cruces de la Pasión de Cristo.

Tras recibir la visita del periodista Mariano Benítez (quien sería director de la sede del Instituto Nacional de Cultura en Ayacucho, entre 1989 y 1991). Así, ingresaría a la élite de artistas populares más reconocidos del país. Ello le permitió participar en exposiciones-venta, y en distintas ediciones de la otrora exposiciones-venta, y en distintas ediciones de la otrora Feria del Hogar de Lima. También, en esta etapa, enseñó su arte en la Escuela Particular de Artesanía Artística, fundada en 1966 por el artista del retablo Jesús Urbano, también de Ayacucho, la cual albergó a los grandes artistas populares de la región.

Reconocimientos a Leoncio Tineo

El esmerado arte y la destacada trayectoria de Leoncio Tineo fueron reconocidos en 1994, cuando recibió el título de Gran Maestro de la Artesanía Peruana por parte del Instituto de Desarrollo del Sector Informal (IDESI). Tiempo después, en 1996, fallece, quedando su arte como legado de sus hijos e hijas, quienes continuarían con la producción alfarera. Al respecto, destacan las obras de su hija Rosalía, nacida en 1962, siguiéndole su hermano Filomeno, nacido en 1970, quien tuvo una producción mucho más esporádica.

Cabe resaltar también la incursión en la cerámica de José Carlos Pizarro Tineo, nieto de Leoncio, nacido 1977. Empero, es Rosalía quien ha demostrado la mayor dedicación a la tradición alfarera ha demostrado la mayor dedicación a la tradición alfarera familiar, pues ha mantenido el estilo escultórico de su abuela y de su padre, convirtiéndolo en una verdadera marca familiar como se verá más adelante.

Rosalía Tineo creció dedicándose a la labranza de la tierra, la crianza de animales menores, y experimentando con la producción alfarera. Con el paso del tiempo, dejó el hogar paterno en Huanta y migró a la ciudad de Huamanga, en donde se estableció permanentemente en el barrio de Santa Ana y formó su propia familia al lado de Víctor Huamán, dedicado al tejido de textiles. Ambos tuvieron siete hijos, Rafael, Karina, Michael, Miluska, Jhony, Ronald y Leoncio Huamán Tineo, a quienes Rosalía también enseñó a trabajar la arcilla.

Llegada la década de 1980, la situación en el país se tornó desafiante debido a la crisis económica, social y política, especialmente por el conflicto armado interno que azotaría al país hasta la década de 1990. Su producción alfarera menguó, pues no hubo demanda de piezas de cerámica debido al descenso del turismo. A pesar de ello, desde fines de la década de 1980 empezó a participar de diversos concursos y fue ganadora de distintos premios, dados por instituciones públicas y privadas de Ayacucho, principalmente.

Con el transcurrir de los años, Rosalía decide dedicarse con mayor ahínco a la alfarería. Su objetivo era preservar el legado de su padre, cuyas obras seguían siendo admiradas por turistas durante sus visitas en Semana Santa. Su obra, entonces, incorpora otras temáticas de contenido social y político, como fueron sus propias experiencias durante el periodo de violencia política. Al respecto, Rosalía expone que la cerámica fue un medio de protesta para hacerle saber al mundo lo que se estaba viviendo en su entorno y el Perú entero.

Técnica artística

En cuanto a la técnica y a los materiales, Rosalía mantiene la tradición del trabajo completamente artesanal y manual. Actualmente, compra sílice y arcilla proveniente del cerro Huayra Molino, cercano a la ciudad de Huanta.

Remoja la arcilla en baldes, entre 45 a 60 días; pasado ese tiempo, usa una tela delgada para colarla y retirar impurezas como piedras, raíces pequeñas o astillas de alguna planta. Para que la arcilla logre plasticidad, la seca en un recipiente de yeso, elaborado especialmente para ese fi n. Es entonces cuando la mezcla con la sílice cernida en porcentajes distintos, de acuerdo al tipo de arcilla que esté usando.

El modelado de las piezas de cerámica es a mano alzada, sin emplear algún molde o torno como la gran mayoría de alfareros, confeccionándose primero el cuerpo y luego la cabeza de cada fi gura. Para el ensamblado, usa la técnica del alto y bajo relieve para ir aumentando partes.

La decoración de las piezas la realiza con ayuda de herramientas caseras como palillos, estecas, cepillos de dientes y cartuchos de lapiceros sin tinta. El pulido lo hace con pequeñas piedras lisas, lo que otorga a la cerámica un brillo natural, y con espinas de sancayo (tipo de cactus silvestre) para lograr una superficie óptima para el pintado, Rosalía indica que su padre Leoncio realizaba el pulido con una piedra, luego del pintado; mientras que ella lo hace antes del pintado, gracias a las capacitaciones que ha recibido.

Luego, deja secar las esculturas lentamente y bajo techo. Una vez que los artículos están secos, prepara el engobe para el pintado mezclando agua con tierra molida de colores naturales como el qencco (rojizo), amarillo y blanco, los que pueden alcanzar de 10 a 20 tonalidades. El paso siguiente es la aplicación de pintura, también a mano alzada, valiéndose de pinceles para luego proceder a la cocción.

Sobre las técnicas de horneado de las piezas de cerámica, vale retornar a Leoncio Tineo. Como ya fue mencionado, las técnicas de cocción de sus piezas presentaban dificultades, dando como resultado esculturas frágiles y porosas. Esto se debería a que, a comparación de su madre María Ochoa, él elaboraba objetos de mayor volumen y con diseños más complejos, afectando ello a la cocción. No obstante, esta problemática le otorgaba ciertas particularidades en la coloración de sus obras.

La participación de Rosalía como artista se extendió tanto a nivel nacional, como internacional. En la actualidad, es partícipe activa en las ediciones de la exposición venta de arte tradicional Ruraq maki, hecho a mano, llevadas a cabo por el Ministerio de Cultura en la ciudad de Lima en los meses de julio y diciembre de cada año.

Igualmente, en abril de 2018 fue invitada a un evento del Museum of International Folk Art de la ciudad de Santa Fe, en el estado de Nuevo México, Estados Unidos, en donde intercambió experiencias con mujeres indígenas dedicadas al arte popular. Mientras que en febrero de 2020 participó en el Encuentro de Ceramistas Barros del Qhapaq Ñan, realizado en Pisac, Cusco.

Distinciones a Rosalía Tineo

En cuanto a reconocimientos nacionales por su trayectoria artística, destaca el de Personalidad Meritoria de la Cultura, otorgado por el Ministerio de Cultura en marzo de 2013; la Medalla Joaquín López Antay, brindada por el Congreso de la República y el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo en agosto de 2018; el 8° premio a la mujer microempresaria.

Nueva generación

Hoy en día existe una nueva generación de sucesores de la tradición alfarera familiar. Siendo Leoncio Huamán Tineo, hijo de Rosalía, el que más destaca y quien, desde los cuatro años, demostraba ya destreza en las técnicas empleadas. Leoncio Huamán Tineo se hizo acreedor, en el año 2020, al tercer lugar en el Concurso Nacional de Nacimientos Navidad es Jesús, realizado por el Instituto Cultural, Teatral y Social (ICTYS).

Cabe también señalar que, como es frecuente en el arte tradicional, el arte se aprende desde la más tierna infancia y, conocedora de ello por su propia experiencia, la maestra Rosalía transmite la tradición alfarera Tineo a sus nietos, Samir, Thiago y Ariana, mientras que Medaly, nieta de Cruzcita Tineo así como Joaquín y Yandy, nietos de Julia Tineo, también están produciendo.

Luego del recuento histórico de la familia Tineo, sus procesos creativos y tecnológicos, así como la evolución de su alfarería de generación en generación, es importante resaltar que existen colecciones con piezas de la cerámica de la familia Tineo en el Instituto Riva Agüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú, así como en el Museo Nacional de la Cultura Peruana.

Dichas piezas cubren ya cuatro generaciones, pues se encuentran creaciones de María Ochoa Ochante, Leoncio Tineo Ochoa, Rosalía Tineo Torres y Leoncio Huamán Tineo, entre otros miembros de la familia. Ello pone de manifiesto el carácter tradicional de la alfarería de esta familia ayacuchana debido a la preservación y transmisión de técnicas de fabricación ancestral, artesanal y manual, sin dejarse de lado el perfeccionamiento de las mismas.

Con este reconocimiento, la tradición alfarera de la familia Tineo se suma a otras expresiones artísticas ayacuchanas como las Tablas de Sarhua, el tallado en piedra de Huamanga y el Retablo ayacuchano, declarados también Patrimonio Cultural de la Nación.

Seguimiento de la norma

La norma encarga a la Dirección de Patrimonio Inmaterial en coordinación con la Dirección Desconcentrada de Cultura de Arequipa y la comunidad de portadores, la elaboración cada cinco años de un informe detallado sobre el estado de la expresión declarada, de modo que el registro institucional pueda ser actualizado en cuanto a los cambios producidos en la manifestación, los riesgos que pudiesen surgir en su vigencia, y otros aspectos relevantes, a efectos de realizar el seguimiento institucional de su desenvolvimiento y salvaguardia, de ser el caso.

El dispositivo legal lleva la firma de la viceministra de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, Leslie Carol Urteaga Peña.

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